viernes, 14 de mayo de 2010

YA LO DIJO EL SANTO PAPA(TODOS SON MACIEL2)


13 Mayo, 2010 - 01:43
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CREDITO:
Manuel Ajenjo
El Papa Benedicto XVI declaró: “Hoy lo vemos en modo realmente aterrador, que la más grande persecución a la Iglesia no viene de los enemigos de fuera, sino que nace del pecado de la Iglesia”.

Con lo expresado por el jefe máximo de la Iglesia católica, hace dos días, los curas que con argumentos en contra de la razón y la lógica defendieron a sus colegas pederastas han quedado desarmados y condenados al silencio. Uno de éstos, el obispo de Quintana Roo, Pedro Pablo Elizondo, el mismo que dijo que las bodas gay no tenían madre, al justificar las bajezas y ruindades practicadas por los sedicentes representantes de Dios en la Tierra, violadores de niños, pervertidores y manipuladores de conciencias con todas las agravantes se atrevió a decir: “Lo hicieron por ignorancia, a lo mejor no sabían. En tal medida puede aplicarse el precepto de Jesucristo: perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Ignorancia, ¿de qué? ¿De los derechos humanos en general y de los de los menores en particular? ¿No sabían los Mandamientos de la Ley de Dios? ¿Ignoraban la frase de Jesús: “a cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor les fuera que se le atasen una piedra de molino al cuello y que se arrojare al mar” (Marcos 9:42)? ¿Qué aprendieron estos sacerdotes durante su estancia en el Seminario? ¿A masturbarse los unos a los otros en latín y en griego? ¿El arte de seducir infantes entre rosario y rosario?

Y lo dijo en voz en cuello

Siguiendo el ejemplo de los presidentes mexicanos priístas que a la menor oportunidad se desmarcaban de su antecesor, Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, en el avión que lo transportaba de Roma a Lisboa, hizo unas declaraciones que marcan una distancia con su predecesor en el trono de San Pedro, Juan Pablo II, y rompen con la política de opacidad del Vaticano ante los abusos sexuales perpetrados por religiosos.

Ante la sorpresa de los periodistas que lo acompañaban en el avión, el Sumo Pontífice expresó que la Iglesia no sólo tiene que pedir perdón, sino también ofrecer justicia -“el perdón no sustituye a la justicia”-.

Pero lo más inesperado fue el reconocimiento de que la Iglesia no puede ocultar la suciedad bajo la alfombra. “Las cuestiones éticas y espirituales no son del dominio privado”, dijo el Papa, quien añadió que la Iglesia tiene una “profunda necesidad” de hacer “penitencia” de “implorar perdón” y de aceptar la “purificación”.

Los observadores y analistas de la política vaticana consideran lo declarado por Ratzinger como una toma de partido en la dividida institución que preside, donde por un lado se encuentran los reaccionarios, manifiestamente corruptos -moral y económicamente-, asociados a grupos de enorme poder como los Legionarios, el Opus Dei y Comunión y Liberación, y por el otro los honestos, los cristianos de base lejanos de la curia que tratan de salvar a la Iglesia apelando a la espiritualidad, al trabajo y a la honradez. Con sus revelaciones aéreas, el Papa se une a esta fracción.

Ahora, según informan los que saben de las cuestiones políticas que se manejan en la Iglesia católica, lo único que le falta a Benedicto XVI para culminar su proceso de autopurificación es pedir perdón por su nula labor –no pudo limpiar la casa- durante 25 años al frente de la inquisición eclesiástica e impedir la canonización de Karol Wojtyla. Si la frena –reitero que no es mi opinión sino de los que saben de estos asuntos- significará que ha sobrevivido a lo lobos. Y que la reforma benedictina puede finalmente empezar.

La teoría del Obispo de Tenerife

Después de que Benedicto XVI condenó sin paliativos, como hemos escrito aquí, los casos de pederastia de la Iglesia católica y la actitud de la curia, cuál será la postura del señor obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, que cuando los escándalos de pedofilia clerical comenzaron a generar la crisis que hoy es inocultable osó decir: “Puede haber menores que sí lo consientan -refiriéndose a los abusos- y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo.

Incluso si te descuidas te provocan” Escandalizado me detengo en la última frase: “Incluso si te descuidas te provocan”. Invito al lector a imaginar la escena siguiente: Antolín, está en el umbral de la pubertad, recién cumplió 13 años.

Como todos los chicos a esa edad comienza a pensar en el sexo. Un cúmulo de curiosidades relativas a la sexualidad ocupan su joven y confundida cabeza. Al platicar con sus amigos del colegio sobre los apetitos carnales con los que cada uno se identifica, Antolín se da cuenta que sus fantasías sexuales son diferentes a las de los demás. Luego de varias noches de concupiscencia insatisfecha, Antolín decide afrontar el oscuro objeto de su deseo.

Sabe que en la Catedral, el señor Obispo se digna confesar a sus feligreses cada jueves de 10 a 11 de la mañana. Falta a clases y se forma frente al confesionario donde su Excelencia atiende a los fieles practicantes de este sacramento. Las mujeres por los lados de manera anónima, los hombres de frente, cara a cara con el confesor. Ave María, purísima. Sin pecado concebida –contesta Antolín en su turno-.

Dime tus pecados, hijo. Señor Obispo, sin saber la causa, tal vez porque me crié entre las faldas de mi madre –he llegado a pasar hasta tres días en la tintorería- siento una gran atracción por las sotanas. Con esto no quiero decir que quiero ser ministro del Señor.

Me atraen las sotanas y no resisto la tentación de meter mis manos por debajo de una de ellas –confiesa Antolín al tiempo que ejecuta lo que dice ante el sorprendido confesor que lo deja hacer sólo para comprobar su teoría de la perversión de los adolescentes- y recorrerlas por las piernas de quien la usa hasta llegar al lugar donde ahora mismo las tengo, manipular esa parte de su cuerpo y sentirlo duro como una piedra –petrus- y sobre esa piedra edificar mi pecado. ¿Hasta dónde pretendes llegar, oveja descarriada? Hasta sus aposentos Monseñor.

Si le dijera las incontables veces que lo he imaginado a solas conmigo con sus sagradas vestiduras obispales de las cuales lo voy despojando poco a poco. Comenzaría por la mitra, al quitársela le acariciaría su consagrada cabeza.

Luego, con frenético impulso le arrancaría la casulla y tras ésta la sotana y el alba, hasta quedar ambos sin ropa, como dice la Biblia que andaban nuestros primeros padres en el Paraíso. No sigas, no sigas –dice el Obispo con los ojos en blanco como quien espera la venida del Espíritu Santo-.

¿Pero que tenéis los mozalbetes de ahora que sois capaces de hacernos semejantes propuestas a los pastores de la grey de Dios? Con la tuya es la tercera proposición que recibo en el mes. Vale. Que no se diga que vuestro prelado no cumple los deseos de sus devotos. Te espero esta noche en mi dormitorio. Procuraré llevar el atuendo que quieres. Menos la mitra, el último rapaz que estuvo conmigo se la ha llevado de recuerdo

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